REVIEW: DiRT 5

Por Ariel "Kaji" Fuentes

En poco más de un año, los británicos de Codemasters produjeron cuatro títulos de carreras de primera calidad. El motor gráfico Ego ha demostrado ser muy versátil y le permitió a la empresa inglesa una regularidad casi sin igual en la industria de los videojuegos. ¿Continuará esta racha, o habrá llegado finalmente un paso en falso? 

La saga Dirt nació en 2007, como heredera de los míticos Colin McRae Rally. Ya en aquel entonces, quedaba claro que la intención de Codemasters era apuntar a un público algo más casual: en definitiva, lo que se planificó fue una división de la franquicia en dos series. Por un lado, los Dirt a secas, más centrados en los aspectos festivos y en las nuevas categorías de vehículos todo-terreno que se popularizaron a principios del siglo XXI, como el gymkhana o el rallycross. Por otro lado, los aspectos de simulación más realistas y las experiencias más tradicionales se reservaron para la saga paralela Dirt Rally, que nos dejó dos excelentes títulos en 2015 y 2019, respectivamente, y que desde 2023 pasará a contar con la licencia oficial del World Rally Championship. Pero esa es otra historia.

El estudio encargado de desarrollar a Dirt es el antiguamente conocido como Evolution, que en su momento fuera un first-party de Sony y desarrollara títulos como MotorStorm y el malogrado Driveclub. En 2016 pasaron a formar parte del conglomerado de Codemasters, y su último juego había sido Onrush, publicado en 2018 y destinatario de una recepción muy tibia. Esto nos dará algún indicio sobre las principales características de Dirt5.

En contraste con sus hermanos más “serios” de la saga Dirt Rally, Dirt 5 es un juego cuya presentación es extremadamente informal y colorida. Abandona la relativa sobriedad de su predecesor para utilizar tipografías y menúes estridentes, en línea con -por ejemplo- los momentos más alocados de los Forza Horizon: decoración flúo, luces de neón y psicodelia abundan. Habrá papel picado, humo de colores y fuegos artificiales por doquier. 



No hay mucho nuevo por decir del Ego Engine que alimenta a los títulos de Codemasters desde aquel ya lejano primer Dirt de 2007. Aunque recientemente han surgido críticas por la supuesta obsolescencia en las texturas y cierto descuido en algunos de sus efectos gráficos, es un motor bien optimizado, que permite que estos juegos corran con un nivel de detalle cuanto menos aceptable en máquinas que, técnicamente, ya son obsoletas.

En nuestra Xbox One X, Dirt 5 corrió a una resolución 4K nativa, con HDR, aunque no pudo sostener 60 frames constantes. Ya fue demostrado que en Xbox Serie X llega a unos sorprendentes 120 frames por segundo. La lluvia y efectos como la suciedad de los vehículos están bien logrados y no recibirán quejas por parte del usuario promedio, aunque se encuentran por debajo de los referentes del género, como el ya antiguo Driveclub, los últimos Forza, o el mismísimo F1 2020 de la propia Codemasters, que consideramos el mejor juego de conducción del presente año.

Como es habitual desde hace algún tiempo, el juego ofrece optar entre un modo que prioriza la calidad de imagen o bien por otro que apunta a una tasa mayor de frames por segundo. En pos de una mejor jugabilidad, en nuestro caso optamos por esa segunda opción, y les sugerimos hacer lo mismo.



Sonoramente, el juego cumple. No habrá aquí, como en juegos más realistas, usuarios que comparen las sintonías de los motores buscando identificar qué tan bien suenan los coches virtuales al compararlos con sus contrapartes reales. A Dirt 5 no le interesa el realismo, sino, una vez más, la estridencia, la visceralidad. En la versión pre-lanzamiento, tuvimos algunos problemas con la reproducción de la música, que funcionaba en los menúes pero no durante las competencias.

Dirt 5 es un juego sencillo que demuestra claramente la intención de Codemasters de ofrecer títulos cada vez más arcade. Los vehículos no se sienten lo suficientemente pesados, ni complejos de conducir, y treparán con pocos problemas incluso por los escenarios más hostiles. Si ya jugamos a los últimos dos Forza Horizon, por ejemplo, o al poco conocido pero impresionante Mudrunner, la interacción entre los rodamientos de cada máquina y las superficies del terreno nos resultará aquí poco realista y poco satisfactoria. En este sentido, Dirt 5 se acerca a propuestas livianas e incluso, aunque esto suene a crítica despiadada, a títulos de celular. En un mundo donde existe Forza Horizon, Dirt 5 no puede ofrecernos nada sorprendente. 



El control es sencillo y los efectos de las colisiones entre vehículos o entre estos y el escenario se presentan de una manera sumamente simplificada. Aunque debajo de su locura se esconde un poderoso motor de físicas, Dirt 5 no pretende ser un simulador estricto y es considerablemente permisivo, a pesar de que se vuelve a excluir la clásica mecánica de Codemasters de rebobinado del tiempo. En otra diferencia con los Dirt Rally, que apuntan a conductores virtuales más experimentados, Dirt 5 es sumamente accesible y puede ser disfrutado por un público más vasto. Una vez más, Codemasters acierta al incluir un repertorio de potenciales asistencias al manejo típicas de cualquier juego de autos: control de tracción, transmisión automática y control de estabilidad, entre otras. Sin embargo, y a pesar de ese grado de personalización, Dirt 5 intenta ser más amigable que brutal. Lamentablemente, comete un pecado ancestral de los juegos de carrera más arcade: lo que en ámbitos especializados se conoce como “rubberbanding” (en español, “bandita elástica”), y que consiste en que el juego intenta que las carreras siempre cuenten con una cuota de emoción, más allá de nuestra performance. Casi sin importar nuestra capacidad al volante, la mayoría de los rivales se mantendrán cerca nuestro durante gran parte de la carrera para, faltando menos de una vuelta, misteriosamente bajar su velocidad para dejarnos subir al podio. En dificultad Media, no tuvimos problemas en doblegar a nuestros competidores durante la inmensa mayoría de los muchos eventos que componen el sencillo modo Carrera. Creemos que Dirt 5 incluye una característica que debutó en el Grid del año pasado: la constante presencia de accidentes por parte de la inteligencia artificial para sumar dramatismo a las competencias.

Para ejemplificar la gran accesibilidad de Dirt 5, cabe señalar que es el primer título de conducción AAA en el que, en más de tres décadas como gamer, preferí utilizar una cámara externa durante la mayor parte del tiempo. Utilizar una cámara interna, desde la cabina o “cockpit” de cada coche, sencillamente no se siente natural. Los escenarios son demasiado acotados y necesitamos un panorama más amplio para conducir con soltura. 



La lista completa de vehículos (incluyendo los 5 de bonus por preordenar el juego, más el contenido de la Amplified Edition) consta de 63 autos, camionetas y prototipos todoterreno reales, divididos a su vez en 13 categorías que recorren la historia del rally y sus disciplinas relacionadas. Contamos con clásicos de los ´60s a los ´90, representantes actuales del WRC, camionetas y buggies. Curiosamente, hay cierta ausencia de los vehículos de la primera década del 2000, lo que nos imposibilitará, por ahora (al menos hasta que lleguen los inevitables DLC), conducir algunas leyendas del rally moderno, como por ejemplo el mítico Ford Focus de Colin McRae o el Citroën C4 de Sébastien Loeb. A pesar de estas omisiones, que no pasarán inadvertidas para quienes tengan más de 25 años, consideramos que el roster de vehículos de Dirt 5 es amplio, diverso, e incluso innovador, dado que suma algunas categorías que sólo se iniciaron muy recientemente (como el Formula Off Road, centrado en Islandia).

Nos pareció que algunos coches en particular nos permitieron obtener buenos resultados con mucha facilidad: cada vez que usamos al Mitsubishi Lancer, el Ford Fiesta y el Ariel Nomad Tactical dominamos sus respectivas categorías. 

Aunque no hay la posibilidad de una customización mecánica para nuestros coches (no podremos calibrar los reglajes relativos a la transmisión o la suspensión, por ejemplo), la personalización estética sí está presente. Esta vez el editor de pinturas y vinilos es más poderoso. En líneas generales, podemos conseguir que nuestro vehículo luzca tal como querramos, combinando diseños, colores y tipos de pintura. 



Como indica el título de la saga, los circuitos están muy orientados a terrenos escabrosos. Hay una clara importancia de la lluvia, el barro y la nieve durante los eventos de la campaña. Recorreremos varios países del mundo, presentados de manera algo caricaturesca: Brasil, Marruecos, Italia, Noruega y Estados Unidos, entre algunos otros.

Como relativa novedad, vale indicar que esta edición de Dirt se caracteriza por incluir importantes desniveles en muchas de las pistas: las diferencias de elevación son más dramáticas que en juegos anteriores de la franquicia. También ha aumentado la presencia de vegetación, que ahora incluso invade la pista, y de espejos de agua, aunque su influencia sobre el desplazamiento de los vehículos es relativamente escasa.

Se incluye también un creador de eventos para poder diseñar y publicar escenarios nuestro antojo. Este modo, llamado “Playgrounds”, permite además descargar y utilizar creaciones ajenas. Hay tres modos básicos: recorrer una serie de checkpoints, diseñar un escenario de gymkhana orientado a las acrobacias, y otro para destruir la mayor cantidad de objetos en el menor tiempo posible. 



Dirt 5 ofrece un modo multijugador con capacidad de hasta 12 usuarios. Hay múltiples modos, varios de los cuales se centran menos en quién atraviesa primero la línea de meta y más en otro tipo de objetivos: por ejemplo, el modo Vampiro, similar a la mancha o al Infectado de los Forza Horizon. En lanzamiento, no hay posibilidad de armar salas privadas, pero se promete para más adelante. Si tomamos a títulos previos de Codemasters como antecedentes, no deberíamos preocuparnos por la estabilidad ni por la población de las sesiones virtuales de Dirt 5: es un apartado en el que históricamente los británicos no han tenido grandes problemas.

Una vez más, los precios que Codemasters define para sus productos en el store argentino de Xbox son agresivos, en el buen sentido. La edición Estándar de Dirt 5 se consigue a un precio de $999, mientras que la Amplified Edition que reseñamos, que promete 12 vehículos extra y 60 eventos adicionales a futuro, cuesta $1289 pesos, agregando además elementos estéticos y potenciadores monetarios dentro del juego. Estos precios son destacables en el contexto actual para títulos de envergadura, aunque en última instancia entendamos que Dirt 5 esté en un escalón menor de calidad que títulos de su misma desarrolladora, y no debemos olvidar que también es habitual que sean incluidos en ofertas pocos meses después de su lanzamiento. Asimismo, quienes salten a la próxima generación recibirán el juego en sus Xbox Series gracias al sistema Smart Delivery de Microsoft.

No estamos en presencia de un futuro clásico, o de un título imprescindible para los amantes del deporte motor. La Octava Generación fue muy fructífera para Codemasters, que no paró de crecer, de absorber a estudios menores, y de diversificar sus productos. Dirt 5 cierra este ciclo con un producto menos contundente que otros juegos recientes de la factoría inglesa, pero que lleva al límite al hardware de las consolas actuales y probablemente será uno de los títulos más vistosos para medir los beneficios inmediatos de saltar a la próxima generación.

  • Desarrollado y publicado por: Codemasters
  • Fecha de lanzamiento: 2 de Noviembre de 2020 (Amplified Edition), 6 de Noviembre de 2020 (Standard Edition), 10 de Noviembre de 2020 (Xbox Series X/S)
  • Plataformas: Xbox One, Xbox Series X/S, PlayStation 4/5, PC, Stadia.

*Agradecimientos a Codemasters por facilitar un código de review de este juego*